abemos que una sola es la Virgen, la Madre de Jesús y Madre nuestra. Se le invoca con títulos diferentes según el lugar donde ha manifestado su protección o según se quiere hacer resaltar una característica de su amor.
Por su intercesión, muchos pecadores han encontrado el camino de la salvación. Es por eso que se le ha invocado como el “Refugio de los Pecadores”.
En efecto, cuando un pecador recurre a María con voluntad de cambiar, siempre la encuentra pronta a acogerlo. Solamente le exige que renuncie al pecado.
El Papa San Gregorio VII le escribió a la princesa Matilde: "Poned fin a vuestra voluntad de pecar y yo no dudo en prometeros que encontraréis a María más dispuesta a amaros que una madre según la carne".
La Santísima Virgen rehúsa su ayuda solamente a aquellos que se obstinan en su mala conducta. Pero no puede permanecer sorda a los ruegos de quienes recurren a Ella con confianza y con el propósito de librarse de las cadenas del pecado. Acudirá en su ayuda y los guiará al camino de salvación. En una ocasión, Santa Brígida oyó a Nuestro Señor decirle a su Madre: "A aquellos que se esfuercen en retornar a Dios, Vos les prestaréis vuestra ayuda y no dejaréis a nadie sin consuelo".
Según la tradición, esta imagen de la Santísima Virgen fue encontrada en el hueco del tronco de una encina, en Montepulciano (Italia), por lo que, al inicio de su veneración, se le conoció como Nuestra Señora de la Encina. Las misiones de franciscanos y jesuitas la reconocían como su protectora en su labor evangelizadora y la invocaban como Refugio de Pecadores. En el siglo XVIII, el padre Juan Giuca llevó a la ciudad de Puebla (México) una copia de la pintura.
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