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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

16 de noviembre de 2008

Comprando votos



por Juan Manuel de Prada


Tomado de ABC.es


¿Cómo se logra que alguien piense lo que yo quiero que piense? Introduciendo en su inteligencia injertos emocionales que se convierten en muletillas del pensamiento y resetean la inteligencia; injertos cuya implantación colectiva convierte automáticamente a quien los rechace en un proscrito o outsider condenado a la intemperie.

En el Matrix progre, la «ciudadanía» (esto es, el pueblo convertido en rebaño reseteado) vive plácidamente con sus injertos, que llega a interiorizar como mecanismo de supervivencia. Y así, por ejemplo, a la «ciudadanía» humillada se le impone mediante injerto que la guerra de Irak, en la que mueren niños despedazados por las bombas de los terroristas, es una vergüenza universal; en cambio, la guerra de Afganistán, donde igualmente mueren niños despedazados por las bombas de los terroristas, se erige como por arte de birlibirloque en un combate justo contra «el terrorismo islamista que ha declarado la guerra al mundo civilizado y a todos los que no están dispuestos a someterse a su terror» (Chacón pixit y dixit).

Entre los injertos emocionales que garantizan la supervivencia en el Matrix progre se cuenta la consideración de la Guerra Civil como un tebeo de buenos y malos; donde los malos eran los abuelos de la gente de derechas, quienes -si no desean convertirse en proscritos condenados a la intemperie- tendrán por cojones que asimilar la doctrina oficial.

A este reseteado de la inteligencia se le llama ingeniería social. Sus armas incluyen la propaganda de los medios de adoctrinamiento de masas y se extienden al ámbito escolar, mediante la introducción de la llamada sarcásticamente «Educación para la Ciudadanía»; su finalidad última (o finalidad única) no es otra que asegurarse sucesivas remesas de votantes que perpetúen el poder establecido en el Matrix progre. Pero los injertos que resetean la inteligencia tardan a veces en ser asimilados por la «ciudadanía»; y hasta ocurre que hay tipejos contumaces que se resisten a ingresar en el rebaño reseteado.

Para compensar esta fatalidad el poder establecido acude entonces al método más expeditivo de la compra directa de votos, que por supuesto disfraza con acuñaciones campanudas; la más eficaz de todas ellas es la llamada «extensión de derechos», que consiste en elegir un grupo social cualquiera -cuanto más numeroso mejor- y proveerlo de una limosnilla, pecuniaria o jurídica (antijurídica, más bien, pues se trata de «conceder» derechos que no existen), que asegure su adhesión incondicional a los postulados del Matrix progre y su automática conversión en rebaño de votantes a piñón fijo.

La crisis económica se augura ceñuda y exige al poder establecido crear nuevas remesas de votantes que compensen un hipotético descalabro electoral. Escribimos «hipotético» por no escribir «improbable», pues la «ciudadanía» reseteada ya sabe que si vota a la derecha será víctima -¡horreur, paveur, espanteur!- del fascismo; y su injerto emocional le indica que padecer hambre es un mal menor, comparado con el mal absoluto de padecer el fascismo.

Pero el poder establecido no quiere descartar ninguna hipótesis, pues la «ciudadanía», cuando tiene las tripas horras, puede salir por peteneras. Así que engrasa la máquina de hacer churros de la «extensión de derechos» (esto es, de comprar votos) y «extiende» la nacionalidad española a los nietos de los exiliados políticos. Alguien (un fascista de ésos que andan sueltos) podría oponer que tal nacionalización multitudinaria disparará el gasto en prestaciones sociales; pero, a cambio, como se supone que los nacionalizados tendrán buena memoria histórica, no habrá que gastarse un duro en implantarles injertos emocionales.

También se «extenderá» la nacionalidad española, por cierto, a los voluntarios de las Brigadas Internacionales, que fueron unos señores reclutados por el comunismo internacional para matar españoles; pero el Matrix progre nos enseña que fueron «demócratas que luchaban por la libertad», y ya se sabe que los injertos emocionales implantados por el poder establecido sólo los discuten los fascistas redomados. Conque dejémonos de tentaciones totalitarias e incorporémonos, como un solo hombre, a las remesas de votantes a piñón fijo que fabrica el Matrix progre. Afuera hace mucho frío.

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