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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

16 de noviembre de 2008

Herejes (14)


por Gilbert K. Chesterton


De ciertos escritores modernos y la institución de la familia


Uno pensaría que la familia puede ser considerada, en justicia, una institución humana definitiva. Todo el mundo admitiría que la familia ha constituido la célula básica y la unidad central de casi todas las sociedades que hasta la fecha han existido, excepto algunas como la de Lacedemonia, que buscaba la «eficacia» y que, en consecuencia, pereció sin dejar el menor rastro. El cristianismo, por más grande que fuera la revolución que trajo consigo, no alteró esta santidad antigua e indómita, sino que se limitó a revertirla. No negó la trinidad de padre, madre e hijo, sino que la leyó de atrás adelante, convirtiéndola en la trinidad del hijo, la madre y el padre.

Y no la llamó familia, sino Sagrada Familia, pues muchas cosas se hacen sagradas cuando se vuelven del revés. Pero algunas lumbreras de nuestra propia decadencia han lanzado un ataque serio contra la familia.

La han impugnado, erróneamente, me parece a mí; y sus defensores la han defendido, y la han defendido erróneamente. La defensa que suele hacerse de la familia es que, entre el bullicio y las veleidades de la vida, ésta es tranquila, agradable y sólida. Pero otra defensa de la familia es posible y, para mí, evidente. Se trata de una defensa que pasa por afirmar que la familia no es ni tranquila, ni agradable, ni sólida.

Hoy en día no está de moda defender las ventajas de las comunidades pequeñas. Se nos convence de que debemos ir en pos de grandes imperios y grandes ideas. Sin embargo, existe una ventaja en los Estados, las ciudades y los pueblos pequeños, que sólo los ciegos por voluntad propia ignorarán: el hombre que vive en una comunidad pequeña, vive en un mundo mucho mayor. Sabe mucho más sobre las extremas variedades y las diferencias irreductibles que se dan entre los hombres. La razón de ello es obvia. En una comunidad grande podemos escoger a nuestros compañeros, mientras que en una comunidad pequeña nuestros compañeros nos vienen dados.
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