por Giovanni Guareschi
En vedado
–Ve a decirle al alcalde que venga enseguida a ver este horror. Explícale que es una cosa grave.
El sacristán fue y volvió.
–Ha dicho el alcalde Peppone que confía en su palabra de que la cosa es grave, pero que si usted quiere mostrarle la grieta le lleve la torre a la Municipalidad. Él recibe hasta las cinco.
Don Camilo no parpadeó. Se limitó a decir después del oficio vespertino:
–Si mañana Peppone o alguno de su banda tiene el coraje de hacerse ver en la misa, asistiremos a un espectáculo de cinematógrafo. Pero lo saben, tienen miedo y no se harán ver.
La mañana siguiente no había ni la sombra de un "rojo" en la iglesia, pero cinco minutos antes de empezar la misa se sintió resonar en el atrio el paso cadencioso de una formación en marcha.
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