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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

21 de diciembre de 2008

La voz de un Papa Santo


S. S. San Pío X

"Se proclaman idealistas irreductibles; que tienen doctrina social propia y principios filosóficos y religiosos propios para reorganizar la Sociedad con un plan nuevo; que se han formado un concepto especial de la dignidad humana, de la libertad, de la justicia y de la fraternidad, y que, para justificar sus sueños sociales apelan al Evangelio interpretado a su modo, y lo que es más grave todavía, a un Cristo desfigurado y disminuido (...) Su sueño consiste en cambiar sus cimientos naturales y tradicionales y en prometer una ciudad futura edificada sobre otros principios que se atreven a declarar más fecundos, más beneficiosos que aquellos sobre los que descansa la actual sociedad cristiana. No, -preciso es recordarlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventarse ni la «ciudad» mueva por edificarse en la nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la «ciudad» católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo (...) Le Sillon tiene la noble preocupación de la dignidad humana. Pero esta dignidad la entiende a la manera de ciertos filósofos, de quienes la Iglesia dista mucho de poder alabar (...) Pero más extrañas todavía, espantosas y aflictivas a la vez, son la audacia y levedad de hombres que, llamándose católicos, sueñan con refundir la sociedad en las condiciones dichas y establecer sobre la tierra, por encima de la Iglesia católica, «el reinado de la justicia y del amor», con obreros venidos de todas partes, de todas las religiones o faltos de religión, con creencias o sin ellas, a condición de que olviden lo que los divide, es a saber, sus convicciones religiosas y filosóficas, y de que pongan en común lo que los une, esto es, un generoso idealismo y fuerzas tomadas de donde puedan (...) Asusta ver a los nuevos apóstoles obstinados en hacer cosa mejor con un vago idealismo y las virtudes cívicas. ¿Qué van a producir? ¿Qué es lo queva a salir de esa colaboración? Una construcción puramente verbalista y quimérica, donde espejearán revueltas y en confusión seductora, las palabras de libertad, justicia, fraternidad y amor, de igualdad y exaltación del hombre, todo ello fundado en la dignidad humana mal entendida; una agitación tumultuosa, estéril para el fin propuesto, provechosa para los agitadores de masas menos utopistas" (Encíclica Notre Charge Apostolique).

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