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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

23 de diciembre de 2008

J. R. R. Tolkien y el catolicismo (un acercamiento a la gran obra del católico Tolkien, “El Señor de los anillos”)


por el R.P. José Miguel Marqués Campo




Introducción

len síla lúmenn’ omentielvo!
¡Una estrella brilla sobre la hora de nuestro encuentro!


Ésta es la salutación de los Elfos en la Tierra Media de J.R.R. Tolkien, expresión de agradecimiento y señal de venturosa alegría, en medio de la nostalgia… Así he querido comenzar mi exposición acerca de las profundísimas influencias de la fe católica, vividas plena y coherentemente, por un gran hombre de cultura, a quien conviene mucho dar a conocer, y asimismo esas mismas influencias católicas en su obra maestra literaria: El Señor de los Anillos. He querido titular esta exposición El Catolicismo en Tolkien y en El Señor de los Anillos: Una aproximación con afecto, pues lo he concebido como un acercamiento, con todo el afecto del corazón, a la vida de un gran intelectual y gran creyente, cuyas manifestaciones de extraordinaria habilidad imaginativa y creativa, se funden con su exquisita habilidad lingüística y narrativa, en una historia con maravillosos destellos del Evangelio.
Cuando John Ronald Reuel Tolkien tenía 77 años de edad, en 1969, mientras disfrutaba de su más que merecida jubilación en un tranquilo y apacible retiro en la localidad costera de Bournemouth, Inglaterra, un buen día recibió una carta —de tantas que había recibido de todos los rincones del mundo desde que escribiera El Señor de los Anillos— de Camilla Unwin, la hija de su editor. Es que la joven Unwin, como parte de su trabajo escolar, le había escrito para hacerle una sencilla pregunta: “¿Cuál es el propósito de la vida?”
Preguntar semejante cuestión a un hombre como Tolkien, profundamente católico, sencillo, sensible, profundamente contemplativo desde niño, que había sido esmeradamente educado por sus padres, especialmente por su muy querida madre, Mabel Tolkien, quien se había convertido por firme convicción al catolicismo en la Inglaterra de 1900 —hazaña notable en aquel entonces en aquel lugar— a un hombre que había quedado huérfano a los doce años de edad, junto con su hermano pequeño, Hilary, dos años menos que él, que había sido criado con la ayuda, cariño y dedicación inestimables de un benemérito sacerdote de origen anglo-español, el P. Francis Morgan, a un hombre profundamente enamorado de su esposa, Edith Mary Bratt, con quien tuvo tres hijos varones, †John, †Michael y Christopher, y una hija, Priscila, buen padre de familia cristiana, cuyo primogénito —†Father John— el Señor llamó al sacerdocio, a un hombre que había sufrido personalmente los horrores imborrables de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, y luego los horrores de la Segunda, a un hombre sobremanera reflexivo y detallista, de distinguida cátedra de lengua y literatura inglesa en la Universidad de Oxford…, en fin, preguntarle cuál es el propósito de la vida, era de esperar que su respuesta, si bien no tan larga como su obra maestra épica, El Señor de los Anillos, sí fuera, no obstante, ¡de gran envergadura!
Gracias a Dios, se conservan muchas cartas personales de Tolkien que se han recogido en un libro publicado por Humphrey Carpenter y Christopher Tolkien, editor póstumo y albacea del Estado de su padre. Lo publica la Editorial Minotauro de Barcelona.
En una de estas cartas (Cartas nº 310), el profesor Tolkien le respondió larga y tendidamente a la jovencita Unwin. Desafortunadamente, es una carta demasiada larga para reproducir ahora in extenso, pero sí me permito resaltar lo que a mi parecer, son algunos de los puntos clave de su respuesta:

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Para leer el artículo compoleto haga click sobre la imagen del genial escritor inglés.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buen artículo.