por el Dr. Jorge Norberto Ferro
Tomado de La Quimera del Progresismo,
Colección Clásicos Contrarrevolucionarios,
Buenos Aires, 1981
abido es que la literatura es caja de resonancia de todo conflicto humano. ¿Cómo ha reflejado el problema del Modernismo? Distinguiremos dos momentos: la crisis de principios de siglo y el replanteo neomodernista posterior al Concilio Vaticano II.
EL MODERNISMO DE PRINCIPIOS DE SIGLO
Las abstrusas tesis modernistas intentaron llegar al gran público mediante la novela El Santo, de Antonio Fogazzaro (1842-1910), puesta en el Index en 1906. No nos detendremos en su análisis, recomendando simplemente el trabajo de J. Ploncard D'Assac, "El Santo", incluido en La Revolución mediante la Iglesia, México, Ed. Tradición, 1975. La lectura de la novela nos brinda un acabado cuadro del modernismo: el "religioso enamorado", con esa ya clásica mezcla de sensualidad de sacristía, la pedantería de los católicos "cultos", algunas buenas intenciones que naufragan en un humanismo inmanentista, y la deliberada voluntad de destruir la Iglesia desde adentro, con una "estrategia sin tiempo". Sobre esto transcribiremos dos párrafos:
El padre Pablo no supo contener un gesto de impaciencia. Selva también pareció un poco fastidiada, porque, a la verdad, un acuerdo, en cuanto a ciertas ideas fundamentales, era necesarios. Sin él, la reunión podía resultar peor que inútil, peligrosa.
—Hay muchos católicos —dijo— en Italia y fuera de Italia, que desean una reforma de la Iglesia. La deseamos sin rebelión, ejecutada por la legítima autoridad. Deseamos reformas en el culto, reformas en la enseñanza religiosa, reformas en la disciplina del clero, reformas también en el supremo gobierno de la Iglesia. Para esto tenemos necesidad de crear una opinión que induzca a la autoridad legítima a obrar de conformidad con ella, sea dentro de veinte años, de treinta o de cincuenta. Pero, los que pensamos así, estamos disgregados. No sabemos unos de otros, excepto de aquellos pocos que publican artículos o libros. Es muy probable que haya en el mundo católico una grandísima cantidad de personas religiosas y cultas que piensen como nosotros. He creído que sería útilísimo para la propaganda de nuestras ideas que, al menos, nos conociéramos. Esta noche nos reuniremos aquí unos cuantos para una primera inteligencia (pág. 41).
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