por Juan Manuel de Prada
Tomado de ABC
ARIAS asociaciones de trabajadores autónomos y pequeños empresarios han convocado una concentración de protesta ante el Congreso, perturbando la paz de los señores diputados. Esto de protestar ante el Congreso con naderías es como pedirle peras al olmo; pues ya se sabe que los señores diputados tienen otros asuntos mucho más importantes entre manos, como legalizar el aborto a mansalva, medida de choque contra el paro cuyos efectos incontestables empezaremos a disfrutar de aquí a veinte años. Pero los trabajadores autónomos y los pequeños empresarios son unos impacientes; y exigen a los señores diputados que adopten medidas que detengan el descalabro de su sector, que en el año pasado contempló el cierre de ciento cincuenta mil negocios. ¡Qué poco sentido institucional tienen estos autónomos protestones!
Deberían aprender de los sindicatos, calladitos como profesionales del amor mercenario. Claro que, por cada negocio que los autónomos y pequeños empresarios tuvieron que cerrar durante el pasado año, los sindicatos cuentan casi con dos liberados: más de doscientos mil suman los dos sindicatos mayoritarios, cifra que favorece una barbaridad el sentido institucional. También, sin duda, lo favorece la cuantía de las subvenciones que perciben de las administraciones. Ocho milloncejos y medio de euros recibía Comisiones Obreras del Ministerio de Trabajo el pasado año; y más de siete milloncejos la Unión General de Trabajadores, según cifras publicadas por el Boletín Oficial del Estado, a las que habría que sumar las subvenciones procedentes de otros ministerios, comunidades autónomas y municipios. Más de dos milloncejos a cada uno les soltó, por ejemplo, la Junta de Andalucía. Si a ello sumamos las numerosísimas sedes patrimonio del Estado que los sindicatos ocupan sin pagar alquiler alguno tal vez podamos hacernos una pálida idea de lo que nos cuesta el sentido institucional de los sindicatos. ¡Aprendan esos autónomos protestones!
Y, en fin, no generalicen tanto. Dicen las asociaciones de autónomos y pequeños empresarios que durante el año pasado cerraron ciento cincuenta mil negocios. Pero, sin duda, fueron negocios con poco sentido institucional; ahí tenemos, por ejemplo, un negocio como el del cine patrio, dedicado a propagar las bondades del Mátrix progre, que durante el pasado año recaudó más dinero con las subvenciones oficiales que con la exhibición de sus muy progresistas películas. ¿Acaso los actores, directores y productores que se benefician de esas subvenciones no son autónomos y pequeños empresarios? ¡Por supuesto que sí! Lo que ocurre es que tienen sentido institucional, a diferencia de los protestones que se van a concentrar en el Congreso, perturbando la paz de los señores diputados, que también maman lo suyo del presupuesto. Se quejan estos autónomos protestones de que los bancos les hayan cerrado el grifo de la liquidez; y no entienden que lo hacen por sentido institucional, pues antes de concederles a ellos un préstamo que les evitaría cerrar el negocio tienen que cobrar la deuda de los emporios mediáticos que, con gran sentido institucional, se dedican a propagar las bondades del Mátrix progre (deuda que, por supuesto, cobrarán cuando las ranas críen pelo). Y es que estos autónomos protestones, en el fondo, ignoran el simplicísimo reparto de papeles establecido en el Mátrix progre, a saber: quienes están bendecidos por un sentido institucional (sindicatos, peliculeros, bancos y emporios mediáticos adictos) y quienes no lo están. Estos segundos son los paganos de los primeros; y los autónomos y pequeños empresarios pertenecen a este segundo grupo. Conque menos protestar y más apoquinar, que para eso los quiere el Mátrix progre.
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