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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

9 de marzo de 2009

La Caballería: la Fuerza Armada al servicio de la Verdad desarmada (2)


por el R.P. Alfredo Sáenz, S.J.

Ediciones Excalibur, Buenos Aires, 1982




I. EL ORIGEN DE LA CABALLERÍA





1. DEL USO BRUTAL DE LA FUERZA AL CABALLERO CATÓLICO

No es la Caballería una de esas tantas instituciones que han ido apareciendo a lo largo de la historia, erigidas por un Papa o decretadas por un Rey. Si bien con el tiempo la Caballería se convirtió en un estamento signado por un espíritu profundamente cristiano, nada tiene en sus orígenes que recuerde los comienzos de una orden religiosa.
¿Hasta qué siglo debemos remontarnos para encontrar el inicio de la Caballería? Algunos han creído deber recurrir a la época de los griegos, especialmente de los que vivían en Atenas, entre los cuales existían los llamados "eupátrides", a quienes Solón denominara precisamente "caballeros". Otros han preferido ubicar su origen remoto en el mundo de Roma, particularmente en los llamados "equites romani". Con todo, sin negar que éstos puedan constituir "antecedentes" de la institución caballeresca, nos parece ir demasiado lejos en la inquisición de los orígenes. Al menos en lo que hace a la concreta aparición de la Caballería en Occidente, resulta mejor remitirse a los siglos que enmarcaron las invasiones de los bárbaros. Occidente —y de manera peculiar la Iglesia— experimentó la necesidad de atemperar los ardores de la sangre germana y de ofrecer un cauce o un ideal a ese ímpetu, no pocas veces tan mal empleado. Tal nos parece el origen remoto de la Caballería: una costumbre germana idealizada por la Iglesia. De ahí que la Caballería no será primariamente una institución sino un ideal, un estilo de vida militante, hasta llegar a constituir con el tiempo la forma cristiana de la condición militar. El "caballero" será simplemente "el soldado cristiano".

Fue el ataque generalizado de los árabes contra el mundo cristiano, el detonante que exigió de Occidente la formación de un ejército constituido casi exclusivamente por hombres de a caballo. Luego esta institución se hizo más permanente, y no mera respuesta a una emergencia coyuntural. En la edad feudal la figura del caballero ya había cobrado un especial y firme relieve. El caballero era un soldado o guerrero de distinción; el solo hecho de que pudiera sufragar los gastos de mantenimiento de un buen caballo, con uno o varios sirvientes, los correspondientes bagajes, y algún otro caballo de recambio, era señal de que no se trataba de un rústico cualquiera, sino de alguien que poseía algún patrimonio. Y como el mismo combatir a caballo suponía cierto entrenamiento en el manejo de las armas con la consiguiente instrucción militar, todo esto vino a otorgar a los caballeros cierta preeminencia y distinción en la sociedad medieval. Si se trataba de un caballero que era al tiempo señor feudal, el derecho a la caballería era heredado por el primogénito, con lo suficiente para equiparse debidamente y poder seguir ejerciendo su digna profesión militar.

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