por Dardo Juan Calderón
Tomado de Argentinidad
asado lo más grueso de la tormenta por los hechos que se sucedieron a partir del levantamiento de las excomuniones, me viene una reflexión a partir de la necesidad de decir algo de aquellas posturas que por una causa o por otra, tienen algún recelo contra la actitud que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X ha tomado con respecto al Papa y con respecto al caso Williamson. No puedo decir que tengo en contra de estas consideraciones una postura de contradicción insalvable; muy por el contrario, con muchas de ellas existe una coincidencia casi total y aún en el caso de no coincidir en todo, sé que pasado lo anecdótico coincidiremos tarde o temprano (cuanti más en una nube cimarrona y argentina). Sin embargo se me hace necesario hoy hacerles un pequeño reproche; que lo hago en forma privada y entre amigos, entendiendo que este medio casi hogareño no trasciende el ámbito de los creyentes.
Lo de “reproche” no por medio maricón resulta en este caso inapropiado (Verbiski acusa a los Calderón de patrocinar homosexuales, lo cual nos acerca por primera a vez a una cierta corrección política si es que pudiéramos patrocinar a alguien y si es que el mentado por el gran calumniador lo hubiera sido), ya que no encuentro en dichas expresiones algo que censurar o corregir, pero puedo desde la amistad y la diferencia de talante decir ciertas cosas que aunque ameritarían una mesa con vinos, la distancia nos obliga a la electrónica.
El reproche es el de no apreciar en su debida perspectiva el combate que durante estos últimos treinta años ha llevado adelante la Fraternidad San Pío X,; ese fundamental combate Sacerdotal por mantener abiertas las fuentes de las Gracias Sacramentales, defendiendo palmo a palmo y Hostia por Hostia la validez de las Fórmulas Sacramentales, la validez de las Misas, de las Confesiones, de las Confirmaciones, de las Extremaunciones y del Orden Sagrado y por este celo apostólico, la de toda la Doctrina Católica que en su correcta expresión y definición es quien garantiza dicha validez. Téngase en cuenta que es en este orden que se presenta a su fundador el problema: hombre de trabajo en misión, no es su vocación la de un intelectual sino la de un pastor que tiene seriamente adquirido el conocimiento necesario e imprescindible para el desarrollo de su tarea. (Es llamativo señalar que el Concilio Vaticano II se disfraza de pastoral para producir una revolución que ha nacido ideológica y que por ideológica descree de la Gracia y se convierte en publicitaria (recordemos al Padre Julio), siendo que la reacción contrarreformista es la que sincera y claramente nace con espíritu pastoral y confiada fundamentalmente en la Gracia, se ve precisada de recurrir al saber tradicional y a respaldarse en el Dogma que garantiza la eficacia de dicha actividad pastoral).
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