l Papa Benedicto XVI ha enviado una carta a los obispos de la Iglesia Católica, con fecha de 10 de marzo de 2009, en la cual les dio a conocer las intenciones que lo guiaron en el importante paso que constituyó el Decreto del 21 de enero de 2009.
Después del reciente “desencadenamiento de una avalancha de protestas”, agradecemos profundamente al Santo Padre por haber puesto el debate en el nivel en el cual debe desarrollarse, el de la fe. Compartimos plenamente su preocupación prioritaria de la predicación “en nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento”.
La Iglesia atraviesa, en efecto, una gran crisis que sólo podrá ser resuelta con un retorno integral a la pureza de la fe. Con San Atanasio, profesamos que “todo el que quiera salvarse debe mantener, ante todo, la fe católica y el que no la observe íntegra y sin tacha, sin duda alguna perecerá eternamente” (Símbolo Quicumque).
Lejos de querer detener la Tradición en 1962, deseamos considerar el Concilio Vaticano II y el Magisterio post-conciliar a la luz de esta Tradición que san Vicente de Lérins ha definido como “lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos” (Commonitorium), sin ruptura y en un desarrollo perfectamente homogéneo. Así es como podremos contribuir eficazmente a la evangelización pedida por el Salvador (cfr. Mateo 28, 19-20).
La Fraternidad Sacerdotal San Pío X asegura a Benedicto XVI su voluntad de abordar los debates doctrinales reconocidos como “necesarios” en el Decreto del 21 de enero, con el deseo de servir a la Verdad revelada que es la primera caridad que debe ser manifestada a todos los hombres, cristianos o no. La Fraternidad le asegura su oración a fin de que su fe no desfallezca y que pueda confirmar a sus hermanos (cf. Lucas 22,32).
Ponemos estas conversaciones doctrinales bajo la protección de Nuestra Señora de la Confianza, con la seguridad de que ella nos obtendrá la gracia de transmitir fielmente lo que hemos recibido, “tradidi quod et accepi” (1Cor 15, 3).
Menzingen, 12 de marzo de 2009
+ Bernard Fellay
Después del reciente “desencadenamiento de una avalancha de protestas”, agradecemos profundamente al Santo Padre por haber puesto el debate en el nivel en el cual debe desarrollarse, el de la fe. Compartimos plenamente su preocupación prioritaria de la predicación “en nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento”.
La Iglesia atraviesa, en efecto, una gran crisis que sólo podrá ser resuelta con un retorno integral a la pureza de la fe. Con San Atanasio, profesamos que “todo el que quiera salvarse debe mantener, ante todo, la fe católica y el que no la observe íntegra y sin tacha, sin duda alguna perecerá eternamente” (Símbolo Quicumque).
Lejos de querer detener la Tradición en 1962, deseamos considerar el Concilio Vaticano II y el Magisterio post-conciliar a la luz de esta Tradición que san Vicente de Lérins ha definido como “lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos” (Commonitorium), sin ruptura y en un desarrollo perfectamente homogéneo. Así es como podremos contribuir eficazmente a la evangelización pedida por el Salvador (cfr. Mateo 28, 19-20).
La Fraternidad Sacerdotal San Pío X asegura a Benedicto XVI su voluntad de abordar los debates doctrinales reconocidos como “necesarios” en el Decreto del 21 de enero, con el deseo de servir a la Verdad revelada que es la primera caridad que debe ser manifestada a todos los hombres, cristianos o no. La Fraternidad le asegura su oración a fin de que su fe no desfallezca y que pueda confirmar a sus hermanos (cf. Lucas 22,32).
Ponemos estas conversaciones doctrinales bajo la protección de Nuestra Señora de la Confianza, con la seguridad de que ella nos obtendrá la gracia de transmitir fielmente lo que hemos recibido, “tradidi quod et accepi” (1Cor 15, 3).
Menzingen, 12 de marzo de 2009
+ Bernard Fellay
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