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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

23 de noviembre de 2008

Lo que España debe a Franco



por D. Gonzalo Fernández de la Mora


Tomado de Razón Española


De los muertos quedan en este planeta sus huesos y sus obras; las de Franco están principalmente asociadas a sus casi cuarenta años como Jefe del Estado. El progreso de la especie humana no lo deciden las masas, sino las minorías egregias; pero sería un simplismo reducir un período de la historia, por ejemplo, el principado de Augusto, a la acción de una persona. Los grandes líderes políticos son desencadenantes y catalizadores de potencialidades sociales. La era de Franco no se explica sin él, pero tampoco sólo con él; su persona simboliza una trabada sucesión de realizaciones colectivas que están posibilitando afirmativamente nuestro futuro; eso es lo que queda.

En primer lugar, gracias a la victoria de un ejército capitaneado por Franco, España ha estado y permanece dentro del Occidente libre. Si en 1939 hubiera triunfado el modelo que propugnaban Negrín y sus consejeros soviéticos, aquellos que engalanaban la zona republicana con gigantescas efigies de Stalin, nuestra patria se encontraría en una situación análoga a la de Albania o quizá a la de Yugoslavia. De la era de Franco queda nada menos que la sostenida inserción de España en el área de la libertad.

En segundo lugar, Europa sufrió los horrores de la II Guerra Mundial, en la que perecieron generaciones enteras y fueron destruidas porciones inmensas de los patrimonios nacionales. Para mí resulta inexplicable que Franco, sólo armado de su gorro cuartelero y de prudencia política, pudiera detener en Hendaya a unas divisiones acorazadas que habían barrido en pocos días a los ejércitos aliados. Pero ese hecho extraordinario ha permitido que centenares de miles de compatriotas, que estábamos en edad militar, pudiéramos vivir para contribuir a la reconstrucción material y social, la del llamado "milagro económico español". Y el suelo peninsular se libró del fuego que redujo a cenizas dilatadas extensiones del continente. También eso se mantiene.
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