Sermón del R.P. Alfredo Sáenz, S.J.,
en la Festividad de Cristo Rey.
Publicado por Página Católica
"Si, como dices, soy Rey. Para esto he nacido, para esto he venido al mundo" (Jn 18, 37), respondió solemnemente el Señor ante el tribunal imperial, confirmando que se había hecho hombre para ser rey y efectuar la obra suprema de la realeza: dar testimonio de la Verdad. Jesucristo quiere reinar en nuestro interior de modo que nuestros pensamientos, afectos y odios, sean los suyos; pero, al mismo tiempo, quien ha dicho: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mt 29, 18), desea proyectar su reyecía a la sociedad toda convirtiéndola en Cristiandad.
Así sucedió en el esplendor cristiano de la Edad Media, culminación del proceso evangelizador comenzado en 313 con el Edicto de Milán, por el cual se hicieron carne las palabras del Apóstol: "Es necesario que Cristo reine" (1 Cor 15, 25). Pero otras palabras, "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lc 19, 14) - "No tenemos más rey que el César" (Jn 19, 15) habrían también de encarnarse, para socavar los cimientos de la Ciudad de Dios, en la gran Revolución Anticristiana principiada en el Renacimiento paganizante y el Protestantismo luterano, y continuada con el deísmo racionalista de la revolución Francesa y el ateísmo de los Soviet, para llegar al inmanentismo de la aldea global que ha expulsado de sí a su Rey.
El beato Pío IX llamó católicos liberales a muchos hermanos que, contaminados por la ciudad del hombre y al decir del cardenal Pie, están dispuestos a obsequiar al Dioshombre el incienso y la mirra correspondientes a sus dos naturalezas, pero jamás le concederán el oro que se debe a su realeza porque, para establecer contubernio con el mundo, han debido negar esta verdad. Por eso hoy que ya no se habla de este misterio ni en los foros, ni en las familias, ni siquiera en la misma Iglesia, pidamos militar bajo las banderas de este Rey y proclamemos sin hesitación: ¡Es necesario que Cristo reine y que todo sea restaurado en Él!
en la Festividad de Cristo Rey.
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"Si, como dices, soy Rey. Para esto he nacido, para esto he venido al mundo" (Jn 18, 37), respondió solemnemente el Señor ante el tribunal imperial, confirmando que se había hecho hombre para ser rey y efectuar la obra suprema de la realeza: dar testimonio de la Verdad. Jesucristo quiere reinar en nuestro interior de modo que nuestros pensamientos, afectos y odios, sean los suyos; pero, al mismo tiempo, quien ha dicho: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mt 29, 18), desea proyectar su reyecía a la sociedad toda convirtiéndola en Cristiandad.
Así sucedió en el esplendor cristiano de la Edad Media, culminación del proceso evangelizador comenzado en 313 con el Edicto de Milán, por el cual se hicieron carne las palabras del Apóstol: "Es necesario que Cristo reine" (1 Cor 15, 25). Pero otras palabras, "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lc 19, 14) - "No tenemos más rey que el César" (Jn 19, 15) habrían también de encarnarse, para socavar los cimientos de la Ciudad de Dios, en la gran Revolución Anticristiana principiada en el Renacimiento paganizante y el Protestantismo luterano, y continuada con el deísmo racionalista de la revolución Francesa y el ateísmo de los Soviet, para llegar al inmanentismo de la aldea global que ha expulsado de sí a su Rey.
El beato Pío IX llamó católicos liberales a muchos hermanos que, contaminados por la ciudad del hombre y al decir del cardenal Pie, están dispuestos a obsequiar al Dioshombre el incienso y la mirra correspondientes a sus dos naturalezas, pero jamás le concederán el oro que se debe a su realeza porque, para establecer contubernio con el mundo, han debido negar esta verdad. Por eso hoy que ya no se habla de este misterio ni en los foros, ni en las familias, ni siquiera en la misma Iglesia, pidamos militar bajo las banderas de este Rey y proclamemos sin hesitación: ¡Es necesario que Cristo reine y que todo sea restaurado en Él!
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